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Jose Luis Facerias
La guerrilla antifranquista catalana
Cadáver de Francisco Sabater Llopart "Quico", muerto en Sant Celoni, 5 de enero de 1960. |
La Cataluña Norte, Gerona y Lérida, fue siempre camino de paso tanto para las partidas que entraban como para las que salían. No se puede hablar de guerrillas organizadas en los montes como las de Andalucía , Asturias, Galicia, León o Cantabria y tantas otras repartidas por nuestra geografía y que hemos ido desgranando en las distintas secciones de esta web, pues en este caso no hubo embolsamiento ni cerco alguno, todo lo contrario, el éxodo del final de la guerra tuvo como salida la frontera francesa. En general, en las montañas de Cataluña, no hubieron agrupaciones guerrilleras permanentes como ocurrió en otros lugares de la península, excepto los intentos de crear una en la zona sudoeste de Tarragona, en conexión con la guerrilla valenciana y aragonesa (AGLA).
Josep Lluís Facerias
José Lluis Facerías (1957) |
Josep Lluís Facerias (Barcelona,
1920 - 1957)
A los 16 años, en 1936, se afilia
a la CNT ya las Juventudes Libertarias de Cataluña. Al inicio de la guerra, se
alistó en la Columna Ascaso, luchó durante toda la guerra en el frente de
Aragón hasta que es hecho prisionero en 1939. Su compañera y su pequeña hija
desaparecen en la retirada. Primero como prisionero de guerra en diferentes
campos de concentración y batallones de trabajadores y luego como soldado
quinto, está movilizado hasta el año 45. Liberado, se incorporó al Sindicato de
Industrias Gráficas de la CNT, mientras trabajaba en un restaurante. A partir
del 46 es un impulsor destacado de los Grupos de Defensa del barrio del Centro.
Ese mismo año es detenido con otros militantes y encarcelado en la Modelo
durante casi un año. Facerias era del parecer que la lucha armada era la manera
más rápida de obtener dinero para el sindicato anarquista y los militantes
presos. Con su grupo de guerrilla urbana realizó una serie de acciones sonadas:
atracos a fábricas, bancos, joyerías y meublés de lujo. También realizó
sabotajes y acciones contra la policía y contra los consulados favorables a la
entrada de España en la ONU, etc.
Sus acciones fueron, en algunos
casos, muy atrevidas, pero la actividad no fue gratuita; el año 51 ya habían
caído tres miembros de su grupo y varios amigos y col ∙ colaboradores.
El año 52 marcha a Italia, donde
col ∙ labora con los grupos anarquistas italianos y, aunque el año 53 la CNT en
el exilio había desautorizado la lucha armada, él volvió al país para proseguir
la misma. Finalmente, fallecido el 30 de agosto de 1957 en una
"emboscada" de la policía franquista en el barrio de Sant Andreu de
Barcelona.
Texto: STOA
Facerías, José Lluis "FACE" "PETRO", "PETRONIO" "Alberto Di Luigi"
Las Planas plenum clandestinas las vegas la FIJL
en julio de 1946 fue nombrado secretario de defensa CR catalán. Desde marzo
de 1946 también animó a los grupos de la Federación Anarquista Ibérica (FAI),
centros de barrio en Barcelona. Después de asistir a un pleno del exilio,
regresó a España, donde inició una serie de expropiaciones para financiar
actividades clandestinas. Detenido el 17 de agosto de 1946, fue encarcelado hasta
julio de 1947, donde él era entonces secretario del Movimiento Libertario de
Resistencia (MLR). A lo largo del año 1948 fue la organización de numerosas
expropiaciones especialmente contra hoteles de lujo.
En 1949 participó en la campaña de bombardeos
organizada por Francisco Sabaté Llopart Quico y marzo para el intento de
atentado contra el jefe de la policía Eduardo Quintela Bóveda.
A partir de 1950 sus relaciones con los líderes
de la CNT en el exilio deteriorado. Entonces decidió regresar a España con
César Saborit Carralero. Después de la muerte de este último, la cara se
encontró cada vez más marginados en la organización del exilio.
En 1952 estuvo en Italia bajo el nombre de
Alberto di Luigi y participó en las actividades del movimiento italiano, la
polémica con los Grupos Anarquistas de Acción Proletaria (GAAP). Él trató de
estructurar las Juventudes Libertarias y organizado varios campings
internacionales que financiaron mediante la realización de atraco con Jesús
Del Olmo Saez Malatesta . Al mismo tiempo, trató de politizar los bandidos
sardos.
De regreso en Francia, se puso en contacto Sabaté
Francisco en 1956, y luego rompió con él y volvió a Italia para hacer algunos
atracos. En ese momento el Dr. José Pujol Grúa preparando su emigración a
América Latina, pero la cara luego decidió regresar a España para pasar entre
ellos ejecutar el otro traidor Aniceto Pardillo Manzanero.
José Lluis Facerías fue muerto a tiros por la
policía el 30 de agosto de 1957 en Barcelona en el barrio de San Andrés.
|
Josep Lluís Facerías, la muerte de un anarquista», por Pedro Costa
Paris 1952 |
Luchó toda su vida por el triunfo
de las ideas libertarias, mantuvo viva la llama anarquista durante los años
cuarenta y cincuenta. Hace 50 años, en agosto de 1957, fue abatido en una
emboscada en Barcelona como si se tratara de un perro rabioso. Josep Lluís
Facerías, un personaje peculiar.
Luchó toda su vida por el triunfo
de las ideas libertarias y murió en una emboscada como si se tratara de un
animal rabioso. Fue abatido en las puertas del manicomio de Sant Andreu, en
Barcelona. Ni tiempo tuvo para sacar el arma.
Y había tomado las precauciones
de siempre, como era su estilo. Llegó en un taxi una hora antes a la cita y dio
una vuelta por el lugar para comprobar que no hubiera nada sospechoso. Se apeó
del vehículo en la confluencia de Doctor Urrutia con Pi i Molist y, apenas se
quedó solo, abrieron fuego contra él desde ventanas y azoteas. Aún herido, tuvo
un reflejo y saltó un pequeño muro para dejarse caer en un solar que estaba
cuatro metros más abajo. Desde las ventanas de un edificio de la calle Nilo,
inspectores y agentes de la Brigada Político Social (BPS) le remataron con
fusiles y armas automáticas. Murió como siempre han muerto los bandidos.
Ocurrió hace ahora 50 años, el 30
de agosto de 1957. El muerto, además de una pistola y cinco cargadores, llevaba
500 francos franceses, 1.000 pesetas, librillo de papel de fumar, petaca y un
espejito, porque siempre le gustó mucho cuidar su imagen. Le llamaban Petronio
por su elegancia. Era Josep Lluís Facerías, enemigo público número uno de la
policía franquista, uno de los cuatro jinetes de la lucha libertaria junto a
Sabaté, Massana y Ramón Vila.
Facerías murió en una España muy
distinta de aquella en la que empezó su lucha. Se había iniciado una nueva
época y, como les ocurrió a los viejos forajidos del Oeste americano, no se dio
cuenta de que la oposición a la injusticia y la opresión ya no estaba en el
poder de las pistolas, sino en la lucha política. Apenas unos meses antes se
habían iniciado huelgas laborales en el País Vasco y Cataluña, y habían sido
encarcelados estudiantes, hijos de la burguesía, a causa de las protestas en la
Universidad. La política de "reconciliación nacional" de los comunistas
comenzaba a dar sus frutos.
Pero para Facerías, Sabaté, Ramón
Vila y Massana, el derrocamiento del franquismo estuvo siempre ligado a la
lucha armada, a atentar contra los represores del régimen y a "infligir
golpes a la economía del Estado". Y, como escribía el historiador
anarquista Antonio Téllez, "la tragedia de estos hombres es que tuvieron
que batirse contra dos frentes: la represión franquista y el abandono de sus
propios compañeros de ideas".
Facerías, como los otros, se pasó
la vida recibiendo hostias de todas partes: de la República, del franquismo, de
los comunistas, de la organización anarquista ortodoxa... Biografías similares:
al estallar la Guerra Civil, con 16 años, se afilió a las Juventudes
Libertarias, marchó al frente de Aragón con la Columna Ascaso, fue hecho
prisionero y, tras la cárcel, la mili obligatoria. Así hasta 1945. Atrás
quedaron una mujer y una hija que tomaron el camino del destierro y a las que
nunca volvería a ver, porque la vida familiar y la lucha clandestina han sido
siempre incompatibles.
En 1945, libre al fin, creó el
Movimiento Libertario de Resistencia para seguir la lucha en el interior,
renunciando al cómodo exilio en Francia. Había que demostrar que la guerra no
había terminado e impedir que la ONU aceptara el régimen de Franco y que los
americanos pactaran con el dictador. Según la propia BPS, los objetivos de
estos grupos de acción eran: "Desorganizar la economía del país, cometer
atracos para financiar a la organización anarquista en Toulouse, eliminar a
personas adictas y fieles al Nuevo Estado y crear, en definitiva, un ambiente
de terror que desmoralice al pueblo y provoque la intervención extranjera ante
la incapacidad del gobierno español para dominar el caos".
La II Guerra Mundial había
terminado y los aliados habían perdonado la vida a Franco. El esfuerzo de todos
los españoles que habían luchado en Europa contra el fascismo había resultado
baldío. Y mientras los comunistas decidieron abandonar la lucha armada, los
anarquistas intensificaron la guerrilla urbana haciendo de Barcelona su centro
de operaciones.
Los que venían del exterior se
quedaban sorprendidos de cómo habían cambiado las cosas en unos pocos años, se
encontraban con compañeros que nada tenían que ver con los de hacía unos años,
aun siendo los mismos. Los motivos del cambio se hallaban sin duda tras las
terroríficas estadísticas: 180.000 desaparecidos y 75.000 fusilados. Era una
población esquilmada por la guerra, hambrienta, apaleada y asustada.
Así lo explica el historiador
Bernat Muniesa: "Facerías y Sabaté adquirieron una personalidad mítica en
estos años porque los que habían perdido la guerra se consolaban de alguna
forma con sus acciones. Ellos eran los que seguían una lucha en nombre de
todos, ya que la gran mayoría estaba quieta por el miedo a la supervivencia".
Unos tipos arriesgados y audaces
que lo mismo se aventuraban a ir a tomar un café en el bar de Vía Layetana
frecuentado por policías de la cercana jefatura que, como Massana, mostraban
gran sentido del humor al dedicarle un "disco solicitado" al
comandante de la Guardia Civil de Berga, Espérame en el cielo.
Facerías y Sabaté fueron los
mitos de la clase obrera oprimida a la vez que sus nombres poblaron de
pesadillas los sueños de los niños de buena familia a los que sus padres
amenazaban diciéndoles que si no eran buenos, vendrían Sabaté o Facerías, capaces
de todo tipo de atrocidades.
"Acciones económicas" o
"expropiaciones", según los activistas; vulgares atracos para la
policía y la prensa. Pero el sentido ético de los libertarios era de tal
magnitud que se planteó un debate sobre la conveniencia de elegir bancos o
fábricas para sus actividades. Y escogieron los bancos por la sencilla razón de
que sería el Estado el responsable de indemnizar a los afectados, mientras que
si se asaltaban las cajas fuertes de las fábricas, se corría el riesgo de que
los obreros se quedaran sin cobrar su semanada.
Se calculan en unos 400 los
golpes económicos dados por los anarquistas entre 1945 y 1950; posteriormente,
la actividad fue mucho menor tras la gran derrota sufrida por la guerrilla al
final de los cuarenta. Hubo asaltos a joyerías, a fábricas de automóviles, a
constructoras y a empresas de otros sectores industriales, pero la mayor parte
de las "expropiaciones" se efectuaron en entidades bancarias de
Cataluña y, concretamente, de Barcelona.
Valga como ejemplo de su forma de
actuar lo ocurrido con motivo de un atraco que Facerías llevó a cabo en Madrid,
probablemente la única ocasión en la que actuó fuera del territorio catalán.
Una anécdota que relata Josep M. Loperena, autor de la novela Ulls de Falcó,
basada en la personalidad de Facerías.
Wenceslao Giménez Orive, el
legendario luchador libertario Wences, pidió a Facerías que le acompañara a
Madrid para ayudarle en un intento de matar a Franco. Wences había hecho un
contacto con alguien del interior de El Pardo quien, a cambio de una importante
suma de dinero, les facilitaría la entrada en el palacio en que residía el
Caudillo, para que pudieran volarlo por los aires.
Como no tenían el dinero que les
exigía el desconocido, decidieron atracar un banco y escogieron una sucursal
del Popular en la calle de Embajadores. Necesitaban un vehículo y se dirigieron
a las inmediaciones del hotel Palace, donde se fijaron en un cochazo americano
(un haiga, como se decía en la época) en cuyo interior aguardaba un chófer
uniformado. Facerías, que era de finos modales, subió al vehículo y le contó al
conductor que eran anarquistas y necesitaban el coche para una acción, pero que
no temiera nada porque se lo devolverían una vez realizada.
Se dirigieron a la puerta del
banco y entraron en él Facerías y Wences mientras los otros dos preparaban la
retirada. En menos de dos minutos vaciaron las arcas y, cuando ya salían,
Facerías reparó en una viejecita que lloraba desconsolada porque se habían
llevado 10.000 pesetas que acababa de darle al cajero para realizar un ingreso.
Facerías le dijo a Wences que aguardara y sacó, no 10.000, sino 20.000 pesetas,
y se las entregó a la mujer, que, agradecida, le dio un beso.
La salida resultó espectacular.
Fueron sorprendidos por unos policías cuando arrancaban y comenzaron a cruzarse
disparos. Los asaltantes lograron salir de Embajadores, pero, como no conocían
Madrid, fueron a dar de nuevo a la puerta del banco, donde se habían congregado
gran número de policías. Finalmente le devolvieron el coche al chófer tal y
como le habían prometido y, al comprobar que el contacto de El Pardo no daba
señales de vida, Facerías regresó a Barcelona y los otros se fueron hacia
Andalucía a contactar con compañeros y a repartir el botín entre personas
necesitadas.
La actividad de los "grupos
de acción", exceptuando alguna tirada de octavillas o una acción de
propaganda, se centraba prácticamente en la "recaudación de fondos".
Fondos que eran escrupulosamente entregados a la sede de la CNT en Toulouse,
cuyos dirigentes no tenían reparos en aceptarlos, pero a la vez criticaban a
los activistas por la mala imagen que daban de la organización.
A Facerías se le ocurrieron otras
formas de llevar a cabo "expropiaciones" que supusieran menos peligro
que atracar un banco. Los controles, por ejemplo. Escogían una carretera
adecuada, como el cruce de los Cuatro Caminos de Molins de Rey o las sinuosas curvas
del ascenso a Montserrat, y se dedicaban a detener a todos los vehículos que
pasaban y a quitarles a sus propietarios el dinero, la documentación y todo lo
que de valor llevaban. En ocasiones llegaron a formar largas colas de
retenciones. Y cuando llegaba el verano solían elegir carreteras de playa, más
frecuentadas, como la costa de Garraf, entre Castelldefels y Sitges.
Este sistema lo practicaron
también en los garajes donde la gente rica solía guardar sus coches. Encerraban
en un cuartucho al vigilante nocturno y, a medida que llegaban los coches, iban
desplumando a sus propietarios. Las noches de ópera en el Liceo eran las preferidas
de Facerías y los suyos.
Y luego estaban los asaltos a los
meublés, esa institución barcelonesa que no desapareció ni en los años más
duros de la dictadura: unos hotelitos que alquilaban habitaciones por horas a
parejas sin necesidad de que mostraran el libro de familia. Nada que ver con la
prostitución, ya que sus clientes, mayoritariamente de clase alta, los utilizaban
para aventuras pre o extramatrimoniales.
Una vez reducido el único
responsable del meublé, el camarero, los asaltantes, que solían ser cuatro,
iban por parejas de habitación en habitación y se apoderaban de las
pertenencias de los clientes. Era un trabajo sin demasiadas complicaciones, por
lo menos hasta la medianoche del domingo 21 de octubre de 1951, cuando se
produjo un incidente en el hotel Pedralbes, situado en la carretera de
Esplugas.
Uno de los clientes no sólo se
resistió, sino que sacó un arma, y José Avelino Cortés, compañero de Facerías,
disparó la metralleta sin pensarlo dos veces y dio muerte a toda una
personalidad, Antonio M. S., uno de los más poderosos e influyentes
constructores de Barcelona, que estaba acompañado de una chica menor de edad,
hija de buena familia. Al oír los disparos, Facerías acudió y, al descubrir a
la muchacha llorando, le pidió que se vistiera y que saliera del meublé con
ellos.
Subieron al Cadillac, previamente
confiscado, y lo detuvieron en las inmediaciones del monasterio de Pedralbes
para reflexionar, analizar la situación y decidir lo más aconsejable para la
chica. Facerías tomó la determinación de que acudiera a la policía y contara
toda la verdad de lo ocurrido. Y tuvieron la gentileza de acompañar a la menor
hasta los alrededores de una comisaría.
Los diarios del martes (entonces
los lunes no había más que la Hoja) dieron cuenta en unas breves líneas de
"un atraco a mano armada en un hotel", pero en las calles empezó a
propagarse la verdad de lo ocurrido, y la imaginación popular añadió al suceso
que la menor era sobrina del constructor y que se iba a casar en unos pocos
días. Dos esquelas típicas ("murió cristianamente") aparecieron en la
misma edición confirmando la realidad de los hechos.
Aunque públicamente no se citó su
nombre, la persecución contra Facerías se intensificó de tal forma que decidió
marcharse a Italia, donde pasó una larga temporada.
El año 1949 fue clave en la lucha
de los anarquistas para derrotar a Franco. Entre mayo y noviembre se produjo la
gran ascensión y la caída de la guerrilla urbana libertaria.
Facerías llegó a Barcelona a
primeros de mayo y convocó una reunión en un pinar de la montaña de San Pedro
Mártir, en las inmediaciones de la ciudad. Franco se disponía a visitar Barcelona
con motivo de la Feria de Muestras y había que dar una respuesta. Acudieron
unos cincuenta hombres, entre ellos Sabaté, Domingo Ibars, Ramón Vila... los
más destacados activistas. Se plantearon acciones puntuales, como la colocación
de bombas en los consulados de Bolivia, Perú y Brasil -tres países que apoyaban
la entrada de España en la ONU-, pero, sobre todo, aquel encuentro histórico
sirvió para diseñar un levantamiento popular en Barcelona, algo como poner en
pie un sueño.
Se fijó la fecha para diciembre,
en torno a navidades; éste era el plan a seguir: Facerías, con sus hombres, se
encargaría de asaltar la cárcel Modelo y liberar a todos los presos mientras
Sabaté estrellaría un coche cargado de dinamita contra la Jefatura de Policía
para dejarla convertida en escombros. Otro grupo irrumpiría en la sede de Radio
Barcelona, desde cuyos micrófonos se daría lectura a un comunicado que incitara
al pueblo a tomar la ciudad para liberarla, y, paralelamente, otros se
encargarían de confiscar los talleres de Solidaridad Nacional y sacarían una
edición con la cabecera de Solidaridad Obrera, el órgano informativo de la CNT
hasta 1939. Massana y Ramón Vila se encargarían de aislar la ciudad a base de
volar las líneas telefónicas y de alta tensión que la alimentaban. Así,
Barcelona sería de nuevo, como en julio de 1936, territorio libertario.
Pero lo real fue que Franco llegó
el 1 de junio, y la presencia en la Feria de Muestras de banderas de Francia,
EE UU, Inglaterra y Alemania Occidental dejaba bien a las claras que el
reconocimiento del franquismo por la ONU estaba a la vuelta de la esquina.
Aunque la presencia del maquis libertario se dejó sentir, ya que, además de las
explosiones en los consulados, una bomba dejó paralizada la central eléctrica
La Afortunada, y Facerías, personalmente, voló varios camiones cisterna en unas
dependencias de Campsa.
Antes de que llegaran las
navidades, los libertarios vieron desvanecerse su sueño. No solamente no
pudieron acabar con el franquismo, sino que fue el franquismo el que acabó con
ellos. En aquel otoño-invierno de 1949, la resistencia libertaria fue
aniquilada. Cayeron prácticamente todos los militantes del maquis, y los que no
fueron muertos a tiros en la calle o ejecutados serían sentenciados a largas
condenas. El exterminio se cerró el 14 de marzo de 1952 con el fusilamiento de
cinco anarquistas en el Campo de la Bota, en el mismo lugar en el que, 50 años
después, se levantarían las instalaciones del Fòrum. Y así se inició el largo
túnel de los cincuenta.
Porque los años cincuenta fueron
un túnel en la lucha libertaria. Desaparecidos los cuadros del interior,
retirado Massana, su presencia se limitaba a pequeñas acciones esporádicas de
escasa repercusión social. Facerías fue expulsado de la CNT por "moroso"
y marchó a Italia, donde entró en contacto con jóvenes anarquistas de Grupos de
Acción Proletaria con los que compartió adoctrinamiento teórico y prácticas en
"expropiaciones", que llevaron a cabo en bancos y joyerías de Génova
y Roma.
A Facerías se le pasó por la
cabeza la idea de marcharse a Brasil, pero no podía resignarse a seguir en el
empeño de luchar frontalmente contra el franquismo. En 1956 decidió volver a
España; lo hizo con su viejo compañero Luis Agustín Vicente y un joven italiano,
Goliardo Fiaschi. Los tres en bicicleta y mochila a la espalda. El 17 de agosto
cruzaron la frontera con documentación falsa. Entraban en una España que nada
tenía que ver ya con la de la posguerra: el aislamiento internacional había
terminado, Franco ya estaba en la ONU y no cesaba de firmar pactos y alianzas
con las potencias democráticas. Como dijo Churchill, "Franco puede ser un
problema para los españoles, pero no lo es para Europa".
Llegaron a Barcelona el día 27 y
se alojaron en una cabaña al pie del Tibidabo. Luis se fue a Sabadell a ver a
un amigo y allí le detuvieron. El día 30, Facerías le dijo a Goliardo que tenía
que ir a una cita en Barcelona y que, si a medianoche no había regresado, se
marchara a Francia. Cogió su bicicleta y después un taxi para tomar precauciones
antes de la cita, pero...
Su muerte, que fue silenciada por
la prensa libertaria, pareció de alguna forma un anacronismo.
Pedro Costa
(El País Semanal, 1.613 /
26-08-07)
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